Es rara la noche rara, se pavonea entre todo tipo de ruidos que hasta ahora no he atinado a descifrar, sonidos que parecen ir y venir desde el abismo del silencio post-crepúsculo hasta mi oído perturbado: Un gato en celo, un niño llorando, una mujer gimiendo. El crujir de las ventanas desata un estado de alerta que afila mis nervios; los pasos inconsistentes del vecino de arriba en su trayecto hacia el baño y el tintineo del pasto fresco tienen importancia sólo si no hay luz que los haga intrascendentes.
Entre el viento de las once y el graznar de las seis me entero de mis sueños y me adentro en mis deseos, en ti, en mi idea de ti, simbolismo incauto de una mente que no duda en extraviarse en el delirio del sereno.
Soy mártir del desvelo, siervo del embrujo de la noche: Vyrgo mártir. Soy el supuesto que jamás se vuelve axioma, el cáliz de tu sangre, el mito de tus proezas . Visto tu cuerpo imaginario con ropajes velvetinos. Te prendo un moño con mi foto y un par de ojos de venado y figuro un rezo que no es mas que un poema que no es mas que una palabra que no es mas que un nombre: Tu nombre.
Así en el mutis de la noche remota me impacienta el insomnio que decrece a medida que el cliquear del segundero invade el cuarto, ya el sol amenaza con su nimbo atiborrante, cae ahora mi parpado derecho y cedo al cerco del ensueño.
Zetas….
Muchas muchas zetas.
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