Declárome culpable de hallar refugio en amores baratos evadiendo asi el suspiro infecundo que atiborre mi pecho de muerte amorosa. Asumo total y absoluta responsabilidad sobre el desencanto provocado en corazones poetas de cuyo arte alguna vez pude ser musa. Acepto elocuentemente la desdicha de poseer un par de almas febriles en mis manos destructivas y apretarlas de cuando en cuando para extraer el halago eterno de saberme idolatrada. Confieso ser cautiva del tequiero y esquiva del teamo. Manifiesto mi desaire hacia la malditez que me subyuga cuando me hallo venerada. Proclámome vil y corruptora de lo ideal, y admito con vergüenza haber mordido procáz el fruto prohibido de tu vientre clemente, degustarlo con franqueza para después escupirlo y escapar hacia terrenos menos frágiles, en donde el sueño habita bajo la fresca sombra de un drama inmesurable. Atestiguo esta noche en contra mía, en espera de un veredicto que, para mi desventura, habrá de sentenciarme a una perpetuidad de hielo sin ésos ojos ungidos a mi perfil como ningun viento lo haria.
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