--Ella empezó a aventarme cosas chiquitas, una botella de aceite, un plato, los saleros... Le dije que si iba a romper las cosas lo hiciera bien y tiré el estéreo, luego la licuadora y seguí con los demás aparatos de la cocina, nomás veía los vidrios de las ventanas botando sobre el piso y ella no dejaba de gritar. Si le solté dos cachetadones...-- Continuó bajando la mirada, con ese acento grave y pausado de negro del hood, --Pero ella me arañó primero, mira...-- Se apartó el cuello de la camisa dejando entrever unos rayones rojos en su cuello. --Mira-- Señaló ahora acercándome los brazos y evidenciando así el resto de la prueba inquisitoria, y luego suspiró. --Yo no soy de esos que pegan, pero tampoco tengo que dejarme, namás que me aguanto a veces por mi hijo... No se. Todo el camino hacia acá no dejaba de pensar en cómo le pegué... y ahora cuando regrese ¿que tal si ya no está?...-- Silencio. --¿Cómo ves?--
¿Que chingados contesta uno?
--Qué cosas, Bill..-- Dije con una mueca algo incómoda. Nos miramos a los ojos un momento y luego alguien interrumpió oportunamente.
Qué cosas.
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