Te dije -dile a tu hado mio que me traiga un pedacito de lluvia envuelta en hojas de plátano como tamal oaxaqueño-, y no se que sentiste pero se que sonreíste. y llovió aquí. Poquito, ni para llenar un charco en el cual brincar descalza pero llovió.
-Coincidencias-, dices, y te ries para adentro porque cruzaste los dedos y deseaste que se nublara el cielo para robarme una sonrisa pendeja que ni siquiera puedes ver.
Gracias.
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