me remonta a un valle dulce de ocultas espinas,
de pecados veniales fecundados
y sienes vaporosas de amatista.
Mártir, estúpido mártir,
proxeneta de lenguas falsas:
no prediques más la eternidad obscena
que entre tus letras, delirante,
me entrego a la pasión del amante amargo,
suplicando a la muerte copular con mi alma.
[así dejaré de ver tus labios].
Con la ostia ensangrentada entre los dientes
te maldigo, pederasta de alas blancas;
setenta veces siete y una más a costa del perjurio.
[ojalá que el sol derrita la cera de tu espalda].
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